En las colonias latinoamericanas, la insurrección contra el viejo orden fue, en su inicio, esencialmente democrática y antifeudal, formando parte del movimiento nacional burgués que intentaba arrancar a España del atraso y el oscurantismo. No iba contra España sino contra el absolutismo español, es decir, contra la misma España feudal ante la cual se levantaban contemporáneamente las fuerzas democráticas de la península (En España la burguesía acaudillaba la lucha por diluir los particularismos, eliminar los privilegios y crear el mercado interno para formar el Estado Nacional).
Los Revolucionarios latinoamericanos intentaron entonces llevar adelante el proyecto de la Confederación, de la Patria Grande, es decir, las ex colonias libres y unificadas ingresando a las formas de producción modernas constituyendo su Estado Nacional. Pero en, América Latina, no existían las condiciones económico-sociales que hicieran transitable ese camino, es decir, faltaba una burguesía latinoamericana capaz de acaudillar ese proceso y convertirse en un gran poder unificador, como lo había sido, en el pasado europeo (la burguesía francesa y la inglesa). En la inmadurez de la Revolución Latinoamericana estaba sellada su condena.
Pero al mismo tiempo, otra fuerza crecía en cada uno de los puertos del Atlántico y del Pacifico, donde las burguesías compradoras se conectaban al mercado mundial cambiando las banderas del revolucionario liberalismo político por las del entreguista liberalismo económico. Mientras los gauchos de Artigas o de Guemes o los llaneros de Paez querían unir hacia adentro, centripetamente, consolidando en nervio y musculo al cuerpo Latinoamericano, los comerciantes de los puertos, bien pronto aliados del capital extranjero, realizaron los mayores esfuerzos para desmembrar, centrifuga mente. La guerra civil Latinoamericana fue inevitable. Unos iban en el camino de la unidad y del progreso, aunque se los tachara de bárbaros. Los otros, aunque aparentaban ser refinados y cultos, pujaban por el camino de la fragmentación, el atraso y la barbarizacion. Los dos procesos recorrían así, en direcciones divergentes, el cuerpo de Latinoamerica. El de la gesta popular miraba hacia adentro para unir y sellar el destino común. Su proyecto consistia en difundir la libertad de los pueblos, conectar las grandes distancias, sembrar ciudades, cohesionar, estrechar lazos, movilizar recursos naturales, crear el mercado interno, abrazarse para ser grandes, fuertes y libres. El otro tenia vida en las costas y era el plan extranjero atrapando a los veinte puertos (de Latinoamerica) para desarrollar los litorales subordinados colonial mente, cada uno con su banderita, su himnito y su misera pretensión de nación.
Simón Bolívar y San Martin |
Manuel Ugarte decía lo siguiente: " Supongamos que la América de origen español es un hombre. Cada república es un miembro, una articulación, una parte de él. La Argentina es una mano. La América Central es un pie. Yo no digo que porque se corte un pie deje de funcionar la mano. Pero afirmo que después de la amputación, el hombre se hallará menos ágil y que la mano misma, a pesar de no haber sido tocada, se sentirá disminuida con la ausencia de un miembro necesario para el equilibrio y la integridad del cuerpo. Una nación conquistadora nos puede ahogar sin contacto. Si le cortan al hombre el otro pie, si le apagan los ojos, si anulan sus recursos más eficaces, si lo reducen a un pobre tronco que se arrastra, ¿para qué servirá la mano indemne sino para tenderla al transeúnte pidiendo la limosna de la libertad?"
Fuente: Galasso
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